Hakai Magazine

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Plight of the Pajarada

In Patagonia, seabirds and artisanal hake fishers have a long-established relationship. Industrial fishers, not so much—and it’s not good for the birds.

Authored by

by Katrina Pyne and Jude Isabella

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Texto en español disponible a continuación y subtítulos en español disponibles en el video.

Reciprocity is a practice ingrained in balance, seen across many cultures over millennia, and often associated with respect and sustainability. “Give a gift, in reciprocity for what you have taken. Sustain the ones who sustain you and the earth will last forever,” says author Robin Wall Kimmerer in her book Braiding Sweetgrass.

Reciprocity is also the subject of interest for Jaime Ojeda, a graduate student at the University of Victoria (UVic) in British Columbia, who is based in Punta Arenas, Chile. Specifically, Ojeda is looking at the relationship between the artisanal hake fishers of the Strait of Magellan in Chilean Patagonia and the flocks of seabirds they follow to find schools of hake—a close relative of cod—deep below the surface. As thanks for the guidance they receive, the artisanal hake fishers feed the seabirds surrounding their boat with offal from the caught fish. Offal has become a key component of their diet, especially for the black-browed albatross. This reciprocal relationship is at the heart of the traditional fishery, which has aging fishers and little generational transfer of knowledge.

In Patagonia, hake was once like cod in eastern Canada, an affordable dish that graced dinner plates frequently. But the same old story—overfishing—has hit the hake fishery hard. Even a quota system put in place by the Chilean government in 2001, which favored the industrial fleet over the artisanal fishery, has done little to help the industry. Mostly, the quota system has led to a wave of illegal fishing.

Much like what happened to Canadian cod, depleted hake stocks have resulted in high prices and more hake fishers selling their quotas to the industrial fishers. The artisanal fishers are turning away from their craft and their children are moving on to other trades, often salmon farming.

The shift toward industrial fishing is bad news for the seabirds. The birds wind up as by-catch far more often in the trawling nets of industrial boats than on the longlines of the artisanal fleet.

It may be an inevitable loss of a reciprocal culture, but Ojeda and his supervisor Natalie Ban, at UVic’s School of Environmental Studies, wonder if there are ways to protect biodiversity and meet the needs of human communities through marine protected areas. It’s an age-old and complex dilemma, one that Indigenous communities in Canada have encountered as well. But if there’s one thing we’ve learned from traditional communities that reactivate cultural practices of reciprocity, it’s that giving back may be the cure to unsustainable fishing practices.


La crisis de la Pajarada

En la Patagonia, las aves marinas y los pescadores artesanales de merluza tienen una relación de larga data. Los pescadores industriales, no tanto, y no es bueno para las aves.

La reciprocidad es una práctica arraigada en el equilibrio, presente en muchas culturas a través de los milenios y frecuentemente asociada al respeto y a la sustentabilidad. “Entrega una ofrenda en reciprocidad por lo que has tomado. Sostén a aquellos que te sostienen y la tierra se mantendrá para siempre” dice Robin Wall Kimmerer, autora del libro “Una Trenza de Hierba Sagrada”.

La reciprocidad es también el objeto de estudio de Jaime Ojeda, estudiante del doctorado en la Universidad de Victoria, que vive actualmente en Punta Arenas. Específicamente, Ojeda observa la relación entre los pescadores artesanales del Estrecho de Magallanes en la Patagonia Chilena y las bandadas de aves marinas que ellos persiguen para encontrar los cardúmenes de merluza –un pariente cercano del bacalao- que están en las profundidades. Como agradecimiento a la orientación recibida, los pescadores artesanales alimentan a las aves marinas con las vísceras de los pescados capturados. Esas vísceras se han convertido en un componente clave de su dieta, especialmente para el albatros de ceja negra. La relación recíproca se encuentra en el corazón de esta pesquería tradicional, con pescadores de edad avanzada y escasa transferencia generacional de este saber popular.

En Patagonia, la merluza fue alguna vez lo mismo que el bacalao en el este de Canadá, un plato al alcance de todos que frecuentemente constituía la cena. Pero la misma historia –la sobrepesca- ha representado una herida profunda para la pesca. A pesar del sistema de cuotas implementada en 2001 por el gobierno de Chile, que favoreció la pesca industrial por sobre la artesanal, ha contribuido muy poco a la producción. Por el contrario, el sistema de cuotas favoreció una ola de pesca ilegal.

Así como sucedió con el bacalao canadiense, los deprimidos stocks de merluza resultaron en precios altos y cada vez más pescadores de merluza venden sus cuotas a los pescadores industriales. Los pescadores artesanales abandonan su oficio y sus propios hijos se están alejando hacia otras actividades, como por ejemplo las salmoneras.

El cambio hacia la pesca industrial es una mala noticia para las aves marinas. La captura incidental de aves es muchísimo más frecuente en las redes de arrastre de los buques pesqueros industriales que en las líneas de pesca de la flota artesanal.

Esto puede significar una pérdida inevitable de una cultura de la reciprocidad, pero Ojeda y su directora Natalie Ban, en la Escuela de Estudios Ambientales de la Universidad de Victoria, se plantean si existen formas de proteger la biodiversidad y satisfacer las necesidades de las comunidades humanas a través de las áreas marinas protegidas. Es un dilema tan antiguo como complejo, que los pueblos originarios de Canadá también han enfrentado. Pero hay algo que ya aprendimos de las comunidades tradicionales para reactivar las prácticas culturales de reciprocidad: el hecho de compensar puede sanar las prácticas de pesca no sostenibles.